El vestido negro

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Coco Chanel lo impulsó como básico en el armario de cualquier mujer pero, ¿fue siempre así? El little black dress, o LBD o petit robe noire empezó siendo rechazado para acabar siendo imprescindible, así como pasó también en su día con la camiseta de algodón o los vaqueros.

De esta manera, si echamos la vista atrás y nos vamos hacia la década de los 20, veremos como el negro no era apropiado para la mujer, estaba relegado al estado de luto. Por otra parte, también era el color de la servidumbre, pues es el más fácil de lavar. Las damas de bien preferían los colores más claros, que eran más difíciles de conseguir a la vez que eran más costosos de mantener.

Un día, Coco Chanel decidió revolucionar esa paleta de colores de la moda. En la década de los 20 acudió al teatro con un vestido negro hasta las rodillas, uno de sus últimos diseños. Allí rodeada de damas vestidas con tonos pastel y sus enormes pamelas, se propuso el objetivo de romper con el estilo de todas esas mujeres y darles la oportunidad de ser libres para elegir lo que quisieran vestir.

Y lo consiguió. Con su little black dress las mujeres empezaron a sentirse libres de ataduras, olvidar años de guerra y disfrutar de su libre albedrío. Por otra parte, conseguir uno de esos vestidos era relativamente fácil y barato. Ya fuera de lana para el día, o de encaje y terciopelo para la noche, el efecto del vestido era siempre el mismo: la elegancia. Años después, el diseñador Christian Dior afirmaba que a cualquier edad y en cualquier ocasión, el vestido negro era la cosa más esencial en el guardarropa de una mujer.

Pasaron los años, y así se ha consolidado. El vestido negro es un básico femenino por excelencia, luciéndose en la oficina, en momentos de ocio, o para cualquier evento que tengamos programado en nuestra agenda.